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La programación surge de la necesidad de planificar los aprendizajes que se quieren enseñar en el alumnado. A nivel de aula, la programación permite la valoración y transformación de la propia enseñanza. La reflexión sobre lo que queremos y podemos hacer en el aula.
Con la programación (es decir, planificando) nos aseguramos, respetando ciertos principios en su diseño, la reflexión sobre los factores más importantes que influirán en nuestra docencia, y una toma de decisiones correcta a priori (enjuiciando las diferencias alternativas), que evitarán repetir cada año las mismas programaciones de años anteriores o la acción docente sin premeditación.
En ocasiones los docentes caemos en repetir las mismas programaciones sin entrar a valorar aspectos como el entorno que rodea al alumnado, sus intereses (que son variables), las prescripciones de la administración educativa, los cambios continuos de la sociedad del conocimiento,… todo lo anterior tiene como consecuencia que las programaciones se vayan quedando desfasadas con los tiempos actuales y lo que es más peligroso que no atiendan a las verdaderas necesidades y demandas de nuestro alumnado y de la sociedad en general.
La programación de la enseñanza no es solamente tener en cuenta los contenidos y los métodos más eficaces de presentarlos. El qué y el cómo de la enseñanza no son cuestiones aislables del quién, dónde y para qué. Se plantea la necesidad de considerar a los alumnos, sus características socioculturales y sus procesos psíquicos. Por esto, planificar el desarrollo de nuestra actividad como docentes se nos presenta como una necesidad inevitable.
Debemos entrar por las puertas del aula pensando en ilusionar, disfrutar, compartir, sentir y sobre todo aprender, de esta forma estaremos propiciando que nuestros alumnos/as aprendan unos de otros, de nosotros y de todo lo que les rodea.Disfrutarán con todo lo que hagan y lo pasarán mal cuando no consigan lo que quieren, pero todo contribuirá a su progresiva evolución.

